Se han escrito infinitos libros sobre la autoestima, lo que refleja el gran interés que despierta este tema. Sin embargo, no significa que hoy se entienda este concepto de forma clara. En mi experiencia, se trata de uno de los motivos de consulta más habituales: “quiero mejorar mi autoestima, sentirme mejor conmigo mismo”.
Y digo yo: ¡¿a qué se referirán con eso?!
No me malentendáis, lanzo esta pregunta con humor y con una intención muy clara. Ciertamente todos nos entendemos más o menos cuando hablamos de autoestima, pero sigue siendo una palabra demasiado global y abstracta, hasta ¡la podríamos desechar!
Lo más importante cuando hablamos de la autoestima es conocer cómo se concreta para cada persona (qué piensa, siente y hace) y en qué situaciones le afecta.
Todo es cuestión de cómo se percibe…
La autoestima es, resumiendo mucho, la evaluación o valoración que uno hace de sí mismo/a. Igual que valoramos el mundo que nos rodea, nos valoramos a nosotros mismos. Por ejemplo, “soy un buen psicólogo”, “estoy gordo”… Se trata en cualquier caso de una valoración subjetiva, a no ser que atendamos a los aspectos que nos permitan valorarlo de forma más objetiva.
Y aquí es donde viene el primer problema. ¿Acaso algo es bueno o malo enteramente? ¿Cuántos kilos delimitan “estar gordo” y cuantos no?
Lo que sí es más claro es que determinadas valoraciones o pensamientos sobre uno mismo terminan desatando en muchas personas una respuesta emocional de malestar intenso. Anticipo que entre otras cosas, aquí estará el quid de la cuestión para el cambio.
Houston, tenemos un problema
Vamos un paso más.
Con mucha probabilidad, si te dices a menudo que no eres tan bueno o suficiente como otros, que no vales, no puedes con algo, o caes en conclusiones tan generales como haber fracasado en tu vida o no ser lo suficientemente inteligente (o exitoso, o socialmente adecuado, etc…), estás haciendo que tu autoestima se debilite muy rápido. Y si además, por estos cambias tu comportamiento, tu manera de relacionarte, de rendir, de enfrentar a los problemas, puede ser que se acelere a pasos agigantados.
Seamos honestos, estos automensajes que contemplan solo lo negativo, son condenatorios, globales, magnificadores ¿son realistas? ¿acaso tiene sentido ser tan injustos con uno mismo?
Pensando de esta forma, ¡¿quién no se sentiría insatisfecho?!
Contar toda la verdad y nada más que la verdad
Como muchos podéis anticipar, lo primero que debemos hacer es desafiar cualquier pensamiento exagerado.
Aunque en las próximas semanas os describiré algunas claves que os puedan ayudar, ya os adelanto algunos que se derivan directamente de lo anterior. Estad muy pendientes:
1. Los errores o fallos que te atribuyes son a menudo específicos de una situación o una actividad, trátalos como tal y no termines concluyendo siempre que forman parte inherente e inmutable de ti. No podemos descartar de un plumazo la capacidad de aprendizaje y cambio de las personas, aunque a veces parezca difícil.
2. Ninguna persona es completamente válida o inútil, buena o mala. Dependerá del punto de comparación que utilicemos. En casi todas las habilidades y características específicas, habrá alguien que se le dé mejor. ¿Eso significa que uno considere que no vale? Cuando os comparéis, plantearos sin lo hacéis con quién se le da muy bien algo, es decir, si os comparáis de forma equitativa.
3. Contempla, por favor, también las cualidades que tienes, ver todas las dimensiones es fundamental y no solo aquello que no te gusta de ti mismo/a.
Esto es un primer punto de partida para que reflexiones sobre la valoración que haces de ti mismo. Por muy arraigado que parezca (puede que hayas estado muchos años valorándote de determinada manera y sin duda tus experiencias pasadas han influido), veremos más elementos para ayudaros en este proceso. ¿Se te ocurre alguno?